Partir de que una persona
nace ya predispuesto al éxito al fracaso es aferrarse a una
ideología donde el trabajo no tiene cabida en nuestro hacer
cotidiano, donde nada es modificable. Pero en el ser humano todo se
construye, inclusive el constituirse como una persona, pues como
sujeto habitado en el lenguaje, necesita de los otros y de ese deseo
y de ese trabajo necesario para ello. Si un cachorro humano nace
entre animales y es criado por ellos, no entra en el orden del
lenguaje y se convierte en uno más de la camada. No podemos decir
que en la semilla está el árbol, sino que a partir del árbol que
está la semilla.
Por otro lado se
encuentran las personas definidas como “las que fracasan al
triunfar”, es decir, una vez logrado algún éxito lo boicotean
(ejemplos: en una reunión muy importante de trabajo precisamente esa
mañana se accidenta, en una conquista amorosa se ve involucrado en
una situación en la que provoca una ruptura, o ya deja de
interesarle...) e incluso llegan a experimentar una sensación de
vacío, descontento, ausencia de alegría, en lo que supuestamente
debiera ser todo lo contrario. Frases como “demasiado bonito para
ser verdad” delatan así una culpa inconsciente acerca de deseos y
prohibiciones de su realidad psíquica que se manifiestan en la
necesidad de fracasar, de recibir un castigo.
¿Y no es sino cuando la
situación es más crítica cuanto más esfuerzo, ingenio y creatividad se desarrolla? En palabras de Sigmund Freud: "He sido un hombre afortunado, en la vida, nada me ha sido fácil"
Laura López, psicóloga-psicoanalista
Laura López, psicóloga-psicoanalista
No hay comentarios:
Publicar un comentario